INTRODUCCIÓN
Durante mucho tiempo, la axiología (del griego axios ἄξιος/ák.si.os/logos, tratado del valor) se confinó a la metafísica; sin embargo, gracias a las neurociencias y al desarrollo de la psicología cognitiva se puede fundamentar el estudio científico de los valores con base en la acotación de las redes neuronales asociadas a la representación del valor y los procesos cognitivos implicados en la formación de valores1–3.
El término valor se esparció con los estoicos 300 a.n.e., significando objetos de preferencia o selección. La axiología se desarrolló dentro de la filosofía como la teoría del valor, los valores y lo que es valioso. Más tarde, las ciencias sociales estudiaron la implementación y gestación de los valores universales y culturales y el impacto en la conducta de los juicios de valor. Como disciplina surge cuando Lapie4 introdujo el término Axiologie en su libro Lógica de la voluntad. Brentano5,6 explica que la axiología emergió y se mantuvo dentro de la ética y de la moral debido a dos analogías: de la axiología con la ontología y del valor con la verdad.
Con las aportaciones de los teóricos del pragmatismo filosófico7,8 esta apreciación cambió y los valores se consideraron parte de los hechos dada su determinación en la construcción fenomenológica del mundo como conocimiento; se interpretó el significado, no en términos de sensación, sino de conducta, a los datos perceptibles como interdependientes de los conceptos y a las valoraciones como hechos mentales susceptibles de observación, evaluación y demostración empírica. Mientras que la axiología filosófica de la antigüedad hasta el siglo XIX se centró en la comprensión del bien y el mal y la preexistencia de valores abstractos y absolutos, la axiología moderna del siglo xx describe cómo los intereses, la intención, el razonamiento y el lenguaje confabulan para que las personas tengan criterios de valoración para tomar decisiones e interactúen con el mundo y consigo mismos con una normatividad personal constante a lo largo del tiempo9; como dijo Scheller10 en su personalismo ético, el acto fundamentalmente humano es la aprehensión del valor.
Estas evoluciones teóricas impulsaron la fundamentación de una ciencia del valor y de los valores propuesta por filósofos, psicólogos, epistemólogos y lingüistas11–22. Piaget23,24 demostró empíricamente la asociación entre juicios de valor y las habilidades cognitivas con base en la evolución genético-cognitiva asociada al sustrato neurobiológico de redes neuronales que reclutan y establecen diferentes áreas en la internalización de esquemas mentales de reglas, significados y juicios morales que ordenan la interacción del sujeto con el mundo y consigo mismo. La perspectiva de Piaget tuvo muchos seguidores22,25–32 que favorecieron el surgimiento de modelos del procesamiento valorativo y el estudio de las redes neuronales asociadas a la representación del valor. Esta revisión narrativa integra los hallazgos reportados en ambos campos con el objetivo de fundamentar una axiología neurocognitiva a partir del funcionamiento valorativo de la mente, resumido en un modelo de procesamiento del valor (Fig. 1).
FIGURA 1. Procesamiento valorativo de seis niveles, desde lo biológico hasta lo metacognitivo, organizados por estímulos y procesos evaluativos internos (derecha), más asociados a funciones ejecutivas cálidas, y procesos evaluativos externos (izquierda), más relacionados con funciones ejecutivas frías, con dos niveles que se retroalimentan: valoración como proceso y valoración como contenido (formación de valores).
ANTECEDENTES DE LOS MODELOS DE PROCESAMIENTO DEL VALOR BASADOS EN LA COGNICIÓN
La axiología formal14,15 fue el primer modelo en describir la estructura cognitiva subyacente en la adquisición de valores con base en los siguientes procesos mentales: diferenciación (importante/irrelevante), equilibrio/distorsión de positivo/negativo, jerarquización (orden de prioridades), integración (incorporar nuevos elementos), razonamiento (causas lógicas del valor) y formación de conceptos (cosmovisión). Estos actos mentales de valoración ocurren en tres dimensiones diferenciadas: intrínseca (emoción/el ser), extrínseca (el hacer) y sistémica (el pensar).
A su vez, la teoría de la evaluación cognitiva o appraisal 33–36 sostiene que la emoción y la cognición son un fenómeno unitario resultado de las transacciones entre el individuo y su contexto, lo que activa patrones de reacciones psicosomáticas. Los procesos valorativos ocurren en tres fases: 1) evaluación del entorno, desde amenazante, positivo hasta irrelevante; 2) evaluación de los recursos adaptativos de afrontamiento para cambiar el entorno o la percepción interna de la situación, y 3) re-appraisal o evaluación cognitiva del éxito o fracaso del modo de afrontamiento elegido.
El Control de Evaluación de Estímulos 37 propone cómo los estímulos internos y externos se evalúan de forma jerárquica y organizada en cinco pasos: 1) novedad del estímulo evaluando peligrosidad del evento, lo que implica a la amígdala; 2) dimensión placer-displacer, asociada a la zona hipocampal, área tegmental ventral y circuitos de recompensa; 3) valoración sobre la necesidad y el objetivo que perseguir; 4) capacidad de recursos propios y consecuencias posibles, y 5) compatibilidad con las normas sociales o morales del individuo. Estos tres últimos pasos implican al córtex prefrontal.
Desde las teorías de la inteligencia también han surgido propuestas de procesamiento valorativo. Mayer y Salovey38 dicen que la inteligencia emocional es resultado de la complementación funcional entre sistemas afectivos y cognitivos para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, lo que favorece el razonamiento dirigido al control inhibitorio y al control emocional, mejorando el desempeño social. Por su parte, Guilford39 en su modelo multifactorial de inteligencia de tres dimensiones (operaciones, productos y contenidos) propuso la función valorativa asociada a la inteligencia operativa y describió la valoración como una decisión acorde con un criterio dado.
Los modelos de procesamiento del valor basados en categorías verbales40–42 y predisposición a la acción plantean las siguientes polaridades para la evaluación: valencia positiva/negativa, novedad/familiaridad, consistencia/inconsistencia con metas, controlabilidad/dificultad, predictibilidad/impredecibilidad, certeza sobre la consecuencias/incertidumbre, agente causal propio/ajeno, circunstancias justo/injusto, modificable/definitivo e implicación en el bienestar de otras personas/autocentrado.
Con base en lo anterior, se propone un modelo integrador del procesamiento valorativo de seis niveles: 1) nivel biológico sensoriomotor; 2) nivel emocional/experiencial orientado al aprendizaje; 3) nivel cognitivo de evaluación de respuesta y recursos cognitivos para afrontamiento; 4) nivel ejecutivo; 5) nivel metacognitivo de significación e integración de la experiencia, y 6) nivel de retroalimentación del sistema con evaluación de resultados/autorreporte e integración de la normatividad. El resumen de este modelo se muestra en la figura 1 y pretende facilitar la comprensión de la función valorativa de la mente y las redes neuronales asociadas a la representación del valor.
LA FUNCIÓN VALORATIVA DE LA MENTE
El progreso de la psicología evolutiva23,24,43, los modelos cognitivos de valoración, los paradigmas contemporáneos de la cognición social43,44, la neuroepistemología22 y los hallazgos de las neurociencias permiten argumentar a favor de una función valorativa de la mente como una estructura cognitiva específica de procesos biológicos, mentales y emocionales de representación del valor asociados a circuitos cerebrales particulares.
Tal como se observa en la figura 1, los procesos valorativos comienzan con mecanismos de autorregulación biológica de sensaciones y emociones que computan valores discriminando acontecimientos en buenos/malos, agradables/desagradables y seguros/peligrosos45–47.
La evolución del sistema nervioso central (SNC) favoreció el desarrollo de las bases neuronales especializadas en procesos valorativos gracias a la representación mental de relaciones organismo-mundo y la proyección de escenarios distantes inexistentes para valorar situaciones hipotéticas sin poner en riesgo la homeostasis estructural biológica1. Estos procesos son complejos, conscientes e infinitos, están influenciados por el contexto y el mundo interior de la persona y tienen sus correlatos biológicos en mecanismos asociados a ciertas redes neuronales como la corteza cingulada anterior, esencial para la representación del valor en escenarios de supervivencia, y el córtex prefrontal, que traduce las valoraciones biológicas en estructuras mentales de respuesta cognitiva funcional; todo ello favorece lo que Damasio llamó la «homeostasis sociocultural», que incluye los sentimientos de otros y promueve cambios organizacionales con valoraciones que se vuelven normativas y configuran planes de acción disponibles a partir de razonamientos morales eficaces compartidos.
La simulación valorativa de escenarios posibles distales48 también es resultado de la evolución epigenética y se asocia a funciones del hemisferio derecho activando el «instinto de significado», que es la forma elaborada del reflejo orientativo. La dinámica cognitivo/valorativa diferencia entre estímulos de rutina y novedad, lo que favorece el equilibrio de los hemisferios cerebrales, el izquierdo dominando el ambiente con rutinas estables y el derecho explorando lo novedoso para expandir el conocimiento personal y del medio ambiente, lo que optimiza la función neurológica. De hecho, la teoría conexionista entre juicios de valor y la neurobiología27–29 propone al cerebro como un hardware biológico, un masivo procesador vectorial paralelo que al recibir la información social incorpora habilidades de discernimiento que residen en una intrincada matriz de conexiones sinápticas que aloja categorías, generando una central de prototipos morales adquiridos que forman una estructura o mapa para navegar con eficacia en un mundo denso y complejo que exige constantes decisiones. Asimismo, la ontología cognitiva49 indica que los juicios de valor van siendo almacenados en el SNC como un conjunto de creencias o valores consensuales exitosamente adaptativos, formando la arquitectura cognitiva heredada y modificada culturalmente. Este sistema de información validado ontológicamente modela a la persona y a la sociedad con ideas que se arraigan como instintos propios de la especie para garantizar la sobrevivencia y la reproducción; y, cuanto más útiles, más se distribuyen y perduran como representaciones culturales exitosas, traduciéndose en comportamientos e interacciones estandarizadas.
Sobre la función valorativa de la mente, el paradigma de la neuroepistemología22 plantea un cerebro epistémico que actúa a través de actos mentales que otorgan valores cognitivos a los fenómenos evaluados. Valores y niveles axiológicos pueden ser representados didácticamente por medio de las redes neuronales activadas diferenciadamente. Por ejemplo, los sistemas de distribución mesolímbica están asociados a los valores hedónicos; la corteza cingulada y la corteza prefrontal se relacionan con los valores religiosos y místicos; los valores estéticos a las áreas visuales y de asociación parietooccipitales; y los valores éticos-científicos y morales a la corteza frontal y medial en conjunción con otras regiones cerebrales.
Otra propuesta que considera un sistema valorativo de la mente surge de la hipótesis del espacio global de trabajo neuronal26. Sus autores50 describen un modelo de cinco pilares de redes neuronales coherente con las teorías contemporáneas de integración biológica en la comprensión de la actividad consciente que incluye: un sistema evaluativo de asignación de valor (afectivos y emocionales), además del sistema sensorial, un sistema de salidas motoras (circuitos sensomotrices que conectan al individuo en tiempo real con el entorno), la memoria de largo plazo y sistemas atencionales que permiten la modulación de la actividad focalizada.
Tal como se aprecia en la figura 1, la función valorativa de la mente es una constante actividad bio-emotivo-cognitiva-adaptativa. Los impulsos biológicamente compartidos con otras especies son moldeados gracias a las funciones cerebrales superiores51, y facilitan la internalización de patrones exitosos de comportamiento a partir de actitudes proposicionales aceptadas socialmente que implican el constante balance de los hemisferios cerebrales y la interconectividad entre el sistema límbico, el córtex prefrontal y la corteza cingulada anterior, que generan una variabilidad de pautas de activación neuronal52. El código neuronal de la cognición y en particular de la valoración es relacional, y la conectividad entre la corteza y las áreas subcorticales ha permitido la aparición del lenguaje y la predicción por medio del ciclo percepción/evaluación/acción53. Es la reevaluación lo que retroalimenta al sistema cognitivo.
REDES NEURONALES ASOCIADAS A LA REPRESENTACIÓN DEL VALOR
Los estudios experimentales que han hipotetizado sobre la existencia de un set neurocognitivo que regula la función valorativa de la mente2,3,23,24,33–36,54–67 concluyen que las perspectivas dualistas del procesamiento valorativo del individuo (emoción vs. cognición, intuición vs. razonamiento y automatización vs. control) no son deterministas anatómica ni funcionalmente y proponen modelos multidimensionales, así que, dependiendo del proceso valorativo, se reclutarían diferentes redes neuronales. En la tabla 1 se resumen las redes neuronales reportadas en las investigaciones revisadas.
TABLA 1. Resumen de los estudios y autores que han comunicado hallazgos sobre la asociación entre redes neuronales y la representación del valor en diversidad de tareas
| Sistema neuronal o red neuronal reclutada | Función valorativa | Autores |
|---|---|---|
| Corteza prefrontal ventromedial (CPFVM) | – Responsable por la representación del valor asignado a resultados y acciones basados en experiencias pasadas | 21, 53, 55-61, 68-71 |
| – Daños en la CPFVM predicen juicios utilitarios, búsqueda de recompensas mayores, sin evaluación de consecuencias, incluyendo castigos | 55-57, 68, 72, 73 | |
| – Evaluación de información interna – Interfaz valorativo entre emoción y cognición | 69, 74, 75 | |
| Circuito frontoestriatal | – Toma de decisiones en ambientes inciertos que requiere evaluación de cambio de reforzadores | 53, 59, 61, 67, 75-77 |
| Eje rostrocaudal | – Representación del valor moral esperado, reconocimiento de patrones | 78 |
| Corteza orbitofrontal y medial | – Sistema simbólico funciona como marcador (emoción/cognición) del valor representado | 1, 45-47, 79 |
| Amígdala | – Registra y evalúa estímulos recibidos desde el exterior; con base en la intensidad de la activación discrimina entre afecto positivo vs. afecto negativo | 1, 21, 44, 80 |
| – Juicio deontológico | 21, 69, 81, 82 | |
| – Evaluación de las emociones de los otros (teoría de la mente) | 21, 80, 83-85 | |
| Circuito amígdala-CPFVM | – Juicios morales en dilemas emocionalmente relevantes | 58, 76 |
| – Representación del valor y evaluación para la supervivencia; junto con el córtex frontal despierta las representaciones mentales para valorar escenarios que todavía no existen | 21, 47 | |
| Corteza cingulada anterior | – Razonamiento/detección de errores/evaluación de planeación de acciones y motivación/evaluación de la planeación de acción (sí/no) – Evaluación de cambio de esfuerzo para tareas planeadas | 1, 21, 50, 67, 71, 72, 86 |
| Corteza cingulada medial | – Procesamiento de la información sobre la toma de decisiones basada en la recompensa y en la actividad cognitiva asociada con el control motor intencional | 1, 45, 21, 73 |
| Red de control frontoparietal | – Juicios utilitarios | 67, 87, 88 |
| Red de modo predeterminada RMD | – Regula el autojuicio | 89, 78, 90-93 |
| – Evaluación de eventos relacionados con la autorrelevancia, reporte verbal de evaluación emocional ante estímulos externos | 91, 87, 88, 82 | |
| Ínsula | – Regula autopercepción | 75, 86, 94 |
| – Puede redireccionar los mecanismos de recompensa en evaluaciones críticas que involucran una tensión entre el libre albedrío y las regulaciones morales y legales | 70, 86 | |
| Núcleo accumbens | – Cálculo de la magnitud de la recompensa; teoría del valor esperado | 53, 59-61, 67, 86 |
| Corteza prefrontal mesial | – Cálculo de la probabilidad de la recompensa | 68, 59-61 |
| Regiones mesolímbicas cerebrales | – Apoyan el cómputo del valor esperado de una manera ascendente y distribuida | 21, 53, 59, 60, 61, 66, 67, 76 |
En el presente siglo, las neurociencias emprendieron estudios experimentales sobre la representación del valor en tareas específicas54,68. Se encontró que la corteza prefrontal ventromedial (CPFVM), parte del circuito frontoestriatal, es la responsable de la representación del valor asignado a resultados y acciones basadas en experiencias pasadas. La CPFVM también está implicada en la toma de decisiones en ambientes inciertos, particularmente en la evaluación de cambio de reforzadores81,82. Los experimentos sobre dilemas morales han confirmado el rol de la CPFVM como integrador de juicios valorativos tanto emocionales como racionales, específicamente para sopesar decisiones donde hay un potencial daño moral personal o ajeno. La CPFVM se asocia a la representación del «valor moral esperado», al igual que el valor esperado en la toma de decisiones económicas por interés propio69,74,76.
El circuito CPFVM-amígdala también ha sido implicado en la toma de decisiones emocionales83 por su rol de interfase valorativa entre cognición y emoción para el aprendizaje de inversión afectiva, la prevención del riesgo, el control de la impulsividad y en general para la regulación y el control del comportamiento. En relación con el control inhibitorio vinculado a la formación de valores, diversos estudios80,84,85 han comprobado cómo el cerebro continúa desarrollándose hasta la tercera década, lo que explica por qué los jóvenes articulan de forma gradual los juicios valorativos para comprender las consecuencias de sus acciones en el largo plazo. Aunque el cerebro termina su desarrollo alrededor de los 25 años con la mielinización del córtex prefrontal, la formación de sinapsis continúa debido a la plasticidad neuronal. Mediante resonancia magnética funcional (RMf), estas investigaciones prospectivas confirmaron que las regiones del córtex prefrontal están relacionadas con el control de la impulsividad, el juicio, la evaluación de las acciones y la conducta moral, funciones que se modifican a lo largo de la década de los 20 años, lo que explica algunas diferencias conductuales entre jóvenes y adultos.
El procesamiento del valor asociado a emociones activa la amígdala, que evalúa los estímulos recibidos desde el exterior a través del tálamo. Dependiendo de la intensidad de la activación, la amígdala discrimina entre afecto positivo y negativo mediante emociones para la supervivencia como asco, aversión, miedo, culpa y agresión en coordinación con el sistema endocrino y en comunicación directa con la hipófisis; si es negativo, se inhibe el paso de información a los lóbulos prefrontales, bloqueando el aprendizaje1,68. La amígdala, en coordinación con la CPFVM, también participa en el reconocimiento y evaluación de las emociones de los otros, y es responsable de asociar cargas emocionales a los recuerdos de largo plazo, bien para evitar experiencias dolorosas, bien para repetir las conductas que han provocado placer o alegría. En relación con las situaciones de conflicto o controversia, la corteza cingulada anterior rostral suprime la actividad de la amígdala y sus conexiones salientes, debilitando las respuestas autonómicas y permitiendo que los procesos cognitivos evalúen la situación para resolver un conflicto emocional. De hecho, algunos estudios70 han propuesto que la psicopatía es resultado de una disfunción de la amígdala, crucial para el aprendizaje basado en el reforzamiento de estímulos indispensable en la socialización moral. La valoración emocional asociada a la toma de decisiones involucra la actividad del córtex orbitofrontal, mientras que el recuerdo del valor emocional de los estímulos se asocia al cerebelo, el cíngulo posterior, el hipocampo y la ínsula71.
Rangel68 propone que existen por lo menos tres sistemas evaluativos que activan diferentes redes neuronales:
- Sistema pavloviano, con un set de respuestas programadas con base en el valor asignado/recompensa/castigo, involucra al núcleo central de la amígdala y sus conexiones con los núcleos del tronco encefálico y el núcleo del núcleo accumbens.
- Sistema de aprendizaje evaluativo habitual con respuestas dependientes a valencia online que incluye la red basolateral, amígdala, hipotálamo, sustancia gris periacueductal, cuerpo estriado ventral y dorsolateral y corteza orbitofrontal. Este proceso es por acierto/error, haciendo que estímulos neutrales sean predictivos del valor si los resultados de la acción fueron positivos.
- Sistema evaluativo orientado a metas, donde el valor es asignado con base en las expectativas de la meta y los resultados concretos de la acción, activando la corteza orbitofrontal y la corteza prefrontal dorsolateral (CPFDL) en interacción con la amígdala basolateral y el tálamo mediodorsal.
Estos sistemas se modulan situacionalmente dependiendo del riesgo, tiempo de espera para alcanzar la meta y la complejidad de la acción.
La corteza prefrontal medial se ha asociado a las actualizaciones del valor para incrementar la recompensa, así como para evitar errores de perseveración72,73, proceso que comienza con el mecanismo iniciador de atribución de creencias y deseos y el procesamiento de información social o emocional relevante sobre temas novedosos. También participa en evaluaciones posteriores y elaboraciones mentales complejas de estados mentales inferidos95.
Al estudiar la asociación entre la personalidad narcisista, los circuitos neuronales de recompensa y el autojuicio, se detectó hipoactividad del circuito frontoestriatal en imágenes de tensor de difusión en 50 sujetos89. Los hallazgos, aunque correlacionales, indican que la corteza prefrontal medial y el circuito de recompensa (el cuerpo estriado ventral) son las áreas de procesamiento relevante para uno mismo, y sugieren que el narcisismo implica una desconexión neuronal entre ambas áreas. Sobre la autovaloración, otros estudios90 indican que la autoestima se asocia con una mayor capacidad funcional y conectividad estructural entre el cuerpo estriado ventral y la CPFVM (conectividad frontoestriatal), y que el cuerpo estriado ventral tiene un papel fundamental en la experiencia subjetiva del afecto positivo y la recompensa hedónica. Estudios de RMf60,61,96 sugieren que la CPFDL izquierda y la corteza prefrontal ventral están involucradas en la evaluación de costos y beneficios, que computan gracias a las señales neurales de la anticipación de beneficios producidas por la amígdala y el estriado ventral.
Con base en el razonamiento explícito sobre el valor esperado del filósofo y matemático Pascal91, que originó la teoría de la probabilidad, se desarrolló un modelo sobre la representación neural distribuida del valor esperado de dos componentes: a) la magnitud de la recompensa anticipada, y b) la probabilidad de esa recompensa. Mediante RMf54 se han identificado los mecanismos que calculan el valor esperado durante tareas asignadas a sujetos para anticipar ganancias o pérdidas que variaban en magnitud y probabilidad. Se encontró que la activación del núcleo accumbens se correlaciona proporcionalmente con la magnitud anticipada de la ganancia y que la corteza prefrontal mesial cortical se activa de acuerdo con la probabilidad de la ganancia anticipada. Estos hallazgos afirman que las regiones mesolímbicas del cerebro apoyan el cómputo del valor esperado de una manera ascendente y distribuida, mientras que las regiones subcorticales representan un componente afectivo. Así, las regiones corticales representan un componente probabilístico o bien un componente integrador de ambas.
Los estudios clínicos con psilocibina como tratamiento contra la depresión92 explican que la red neuronal por defecto (en inglés: default mode network o DMN) se encarga del procesamiento y la integración de la información y opera en las autoevaluaciones, el juicio a terceros y la evaluación del mundo. Esta red, que opera todo el tiempo, incluso cuando se duerme, contiene las conexiones neurológicas de las programaciones centrales. Otros estudios77,78,93 destacan el papel de la DMN en la simulación de modelos del yo y sus relaciones con el mundo a partir de la memoria autobiográfica y la construcción de narrativas subjetivamente significativas y emocionalmente moduladas.
La cognición social, que estudia la interacción grupal y el aprendizaje de conductas adaptativas y cooperativas para la sobrevivencia, se asocia a la actividad de la corteza prefrontal, que representa aproximadamente el 30% del total del sistema nervioso central y filogenéticamente es lo más reciente y lo último en madurar en la ontogénesis. A partir de este constructo han surgido investigaciones sobre dilemas morales, tanto en población neurotípica como en personas con trastornos psicopáticos, que buscan detectar las redes neuronales asociadas a la representación del valor en tareas morales utilizando el Iowa Gambling Task, el experimento del Trolley Problem (problema o dilema del trolebús) y el Ultimatum Game, reportando que los juicios valorativos para ayudar a otros, tanto en el altruismo unidireccional como en la cooperación bidireccional, es una función de la red frontoestriatal, es decir, el sistema del ejecutivo central60–62,87. Asimismo, el circuito amígdala-CPFVM tiene una respuesta más elevada en dilemas morales emocionalmente relevantes en población sana, mientras que en personas con trastorno psicopático, existe hipoactividad no solo en esta red, sino también en la red por defecto (DMN)88,94.
En contraste, los dilemas «impersonales», como por ejemplo presionar una palanca para salvar a cinco personas pero sacrificando necesariamente a una (Trolley Problem), provocan una mayor actividad en la red de control frontoparietal. En otro experimento con RMf72 se encontró actividad incrementada de la CPFDL para juicios utilitarios y actividad incrementada de la amígdala para los dilemas personales, concluyéndose que daños en la CPFVM predicen juicios valorativos más utilitarios, donde prevalece la búsqueda de recompensas mayores sin evaluación de consecuencias, incluyendo insensibilidad al castigo. En estudios que usan intervenciones farmacológicas55,59 se ha observado que administrando citalopram para inhibir la recaptación de la serotonina se incrementa la reactividad emocional de la amígdala, provocando la activación del juicio deontológico. Esto ha permitido diferenciar las funciones de la amígdala vs. la CPFVM en los juicios morales, sugiriendo que, así como las señales de la amígdala rastrean respuestas emocionales negativas de posibles actos dañinos y se predice la condena deontológica de esas acciones, la CPFVM sopesa las ventajas utilitarias de cometer o no ese acto dañino. Esto es consistente con el creciente entendimiento de la CPFVM como un integrador de dominio general para valorar decisiones.
Sobre la diferenciación entre juicio deontológico vs. utilitario, el modelo de asignación de valores61 surgió para detectar las respectivas redes neuronales activadas y resolver la tensión fundamental de la normatividad ética de las filosofías opuestas de Kant y Mill95,96, desarrollando un sistema dual de representación del valor en el juicio moral basado en las neurociencias computacionales e identificando dos algoritmos de asignación de valor: a) aprendizaje por experiencias pasadas (reflejo condicionado), que ayuda a predecir el error y que perfila acciones basadas en reglas, y b) asignar valor con base en la representación que la persona tiene del mundo y sus causas (acciones basadas en evaluación de resultados y obtención de recompensas). Con base en estudios longitudinales se encontraron distintos mecanismos neuronales de dominio general para asignar valor a las acciones que modulan la intensidad de la activación del circuito amígdala/CPFVM dependiendo del tipo de dilema, a veces orientado a decisiones prácticas y otras al deber ser. Por ejemplo, en el dilema del trolebús, antes comentado, una acción puede ser intrínsecamente errónea porque empujar a personas lleva la consecuencia negativa de la desaprobación social; sin embargo, de acuerdo con el modelo que se tiene del mundo, la misma acción parecería correcta al producir consecuencias optimas salvando cinco vidas en lugar de una.
Los estudios de neuroética97 sobre la toma de decisiones en pacientes que preferirían la eutanasia confirman que son la corteza orbitofrontal, la amígdala, el núcleo accumbens y la corteza cingulada anterior las involucrados en la evaluación de este tipo de conflictos emotivo-cognitivos (vivir con dolor y pérdida de calidad de vida, o pedir ayuda para una muerte digna). Estos estudios destacan el papel de la ínsula, que redirecciona los mecanismos de recompensa en evaluaciones críticas que involucran una tensión entre el libre albedrio y las regulaciones morales y legales, ya que interviene en la modificación de la toma de decisiones cuando la compasión está implicada. Otros estudios98 de neuroimagen funcional han implicado a la ínsula como parte del sistema propioceptivo e interoceptivo en los procesos de autoevaluación.
Finalmente, otro hallazgo en relación con la cognición social es la sincronización de las oscilaciones cerebrales entre sujetos que interactúan de forma cooperativa en tiempo real compartiendo valores comunes99.
CONCLUSIONES
Numerosos estudios científicos acotan el reclutamiento y la conectividad entre redes neuronales particulares asociadas a la representación del valor en juicios morales y utilitarios, destacando el circuito amígdala-CPFVM, la corteza cingulada anterior, la ínsula y el núcleo accumbens, que activan diferentes patrones de conectividad dependiendo del tipo de tarea y proceso valorativo, algo que todavía está por estudiarse en profundidad, ya que la formación de los valores humanos y la función valorativa de la mente es compleja y multimodal e implica numerosas estructuras cerebrales.
La emoción y la cognición determinan las capacidades valorativas actuando sinérgicamente y activando la colaboración de circuitos neuronales: el sistema límbico evalúa estímulos emocionales y vegetativos, mientras que la CPFVM junto a la corteza cingulada facilitan procesos valorativos/ejecutivos (toma de decisiones, planeación de acción y evaluación de resultados).
La formación de valores depende de la capacidad valorativa de cada persona para diferenciar y jerarquizar valores e integrarlos a su desempeño cognitivo en el contexto sociocultural que soporta las estructuras mentales adaptativas. La comprensión de la representación del valor tanto como contenido como proceso puede resumirse en el modelo de seis niveles que esta revisión narrativa propone.
AGRADECIMIENTOS
La autora quiere expresar su agradecimiento al Dr. Javier Sánchez-López (Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Juriquilla, Universidad Nacional Autónoma de México) por sus valiosas aportaciones durante la realización de este trabajo y la revisión del manuscrito final.
FINANCIACIÓN
Esta revisión se realizó con el apoyo de la beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México, dentro del programa de doctorado del Centro de Investigación en Ciencias Cognitivas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
CONFLICTO DE INTERESES
La autora no comunica conflicto de intereses en relación con el contenido del trabajo.
RESPONSABILIDADES ÉTICAS
Protección de personas y animales
La autora declara que para este trabajo no se realizaron experimentos en seres humanos ni en animales.
Confidencialidad de los datos
La autora declara que en esta revisión no aparecen datos de pacientes o personas que pueden ser afectadas por el contenido.
Derecho a la privacidad y consentimiento informado
La autora declara que en este trabajo no aparecen datos de pacientes.
Uso de inteligencia artificial generativa
La autora declara que no se ha utilizado ningún tipo de inteligencia artificial generativa en la redacción de este manuscrito ni para la creación de figuras, gráficos, tablas o sus correspondientes pies o leyendas.