Pequeña historia de la histeria

E. García-Albea Ristol 1, J. García-Albea Martín 2

1 Servicio de Neurología, Universidad de Alcalá Alcalá de Henares, Madrid; 2 Servicio de Psiquiatría, Hospital Clínico San Carlos, Madrid

*Correspondencia: E. García-Albea Ristol, Email no disponible

Resumen

A lo largo de la historia, pocas enfermedades han desafiado tanto al pensamiento médico como la histeria. La presencia predominante en la mujer de una serie de síntomas benignos y recurrentes semejantes a los de la epilepsia relacionó desde las culturas más primitivas la histeria con el útero. Galeno, sistematizador radical de la gran cultura grecorromana, se topó con grandes dificultades en su definición. En la Edad Media, confundida en parte con la epilepsia, pasó a ser la más diabólica de las enfermedades. Los avances en la Edad Moderna no han resuelto la incógnita, aunque van cercando sus límites clínicos. La histeria, entidad sine materia, se desmarcó de las vanguardistas explicaciones localizadoras anatómicas: pasión de la mente y disfunción «nerviosa» primero y «neurótica» después. Las sucesivas teorías especulativas del siglo XIX (mesmerismo, magnetismo animal, etc.) también fracasaron en sus intentos de apoderarse de esta enfermedad común y proteiforme que puede imitar a cualquier enfermedad. Charcot, llamado a resolver el enigma, trató inútilmente de definirla como una enfermedad «neurológica». El desarrollo de la psiquiatría, el despliegue de la psicogenia y Freud convirtieron a la histeria en un modelo que concentra todo el dramatismo humano. Finalmente, I.P. Pavlov desmontó toda la especulación de los instintos incompatibles psicoanalíticos y redujo la mente a una serie de complejos reflejos condicionados. El debate sigue abierto. La entidad se desliza de nuevo hacia la neurología y los histéricos siguen pendientes de una explicación y un tratamiento satisfactorios.

Palabras clave:  Histeria. Epilepsia. Charcot. Freud. Pavlov.

Contenido

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